viernes, 24 de junio de 2011

MANIFESTACIONES AFROAMERICANAS, JUEGOS DE MEMORIA Y OLVIDO

"UN ESTUDIO A TRAVÉS DE LA CAPOEIRA"

PARTE IV

(Lic. Valentina Brena)

Jugando Capoeira en la Actualidad

Mercantilización Cultural


El neoliberalismo tiende a reducir los intercambios entre las personas a sus réditos económicos, resultado de la subsunción económica contemporánea en la que la vida cultural de las sociedades esta determinada por su capacidad de convertirse en bienes de consumo y su consecuente grado de comercialización. Se crean así, industrias culturales que directa o indirectamente regulan la producción y circulación simbólica de acuerdo a lo que propone el mercado. Esto constituye un “tipo nuevo de relación comercial con las tradiciones, una nueva concepción de cultura como una fuente de emprendimiento netamente capitalista, que no era exactamente la manera como se la veía antes” (Carvalho, 2002b: 4).

En un mundo de cosmopolitismo globalizado, más que hablar de manifestaciones culturales cabe hablar de industrias culturales, en tanto las primeras están subordinadas al lucro y por ello no corresponde tanto hablar de ciudadanos sino de clientes: “lo” cultural se ha vuelto comercio de mercancías. “Hoy nos formamos más bien como personas o individuos en el consumo (…) la legitimación del consumo [aparece] como momento necesario de la reproducción social, como una parte del ciclo económico y cultural de cualquier sociedad” (Canclini, 2005: 57, 58), asimismo “construímos a nossa identidade, amamos, incluímos, desprezamos e excluímos via atos de consumo” (Migueles, 2007:9)

Si todo es arbitrado por el mercado y, si el mercado depende de las leyes de la oferta y la demanda, las diferentes manifestaciones culturales pasan a competir por hacerse un lugar en la industria cultural, y ya probablemente, deban a la hora de su producción considerar elementos exógenos a su razón de ser (sea ésta reivindicatoria, estética, expresiva, ritual, tradicional, vanguardista, investigativa, etc.) para que más tarde, en la última etapa del ciclo económico por el que atraviesa todo producto, sea consumido por los clientes y promocionados en las góndolas y vitrinas que comercializan la cultura. Así las tradiciones culturales estarán “vulnerables a intereses externos que no tomarán en cuenta los deseos y sueños de los colectivos de creadores y autores en las diversas comunidades” (Carvalho, 2002a: 3) La negociación pasa a ser un lado inevitable en este proceso, el punto clave está en hasta dónde negociar para no caer en la descaracterización de las tradiciones culturales.

De esta forma, las expresiones culturales que respondan a las lógicas/necesidades/demandas del mercado serán las privilegiadas y beneficiadas por éste, mientras que las otras deberán resistir como prácticas destinadas a la lucha por la supervivencia. Según lo plantea Carvalho (2002a) dentro de esa lógica, las formas artísticas marginales están siendo sofocadas por la presión para convertirse en mercancía ventable. Esta política-económica (¿ó más bien economía-política?) no viabiliza la diversidad cultural, es que “una política multicultural necesita algo más que clientes” (Canclini, 2005: 52) y lo cultural debería ser algo mas que libre comercio de mercancías.

Esto no significa automáticamente equiparar consumo a homogeneización tal como lo plantea Canclini (2005); en tanto que el consumo no unifica a todos bajo los mismos productos ni bajo los mismos símbolos, sino que busca también formas de diferenciación. No obstante, el problema radica en que “una limitación importante hoy, para ser individuos, es no poder acceder a ciertos bienes que son necesarios para diferenciarse y para construir opciones personalizadas” (Canclini, 2005: 59) esto “reclama que una política económica sea también una política social, que no sea una política que simplemente de buenos indicadores en la balanza de pagos” (Canclini, 2005: 62).

Lo Afro, ¿está de moda?

El neoliberalismo tiende a reducir los intercambios entre las personas a sus réditos económicos, resultado de la subsunción económica contemporánea en la que la vida cultural de las sociedades esta determinada por su capacidad de convertirse en bienes de consumo y su consecuente grado de comercialización. Se crean así, industrias culturales que directa o indirectamente regulan la producción y circulación simbólica de acuerdo a lo que propone el mercado. Esto constituye un “tipo nuevo de relación comercial con las tradiciones, una nueva concepción de cultura como una fuente de emprendimiento netamente capitalista, que no era exactamente la manera como se la veía antes” (Carvalho, 2002b: 4).

En un mundo de cosmopolitismo globalizado, más que hablar de manifestaciones culturales cabe hablar de industrias culturales, en tanto las primeras están subordinadas al lucro y por ello no corresponde tanto hablar de ciudadanos sino de clientes: “lo” cultural se ha vuelto comercio de mercancías. “Hoy nos formamos más bien como personas o individuos en el consumo (…) la legitimación del consumo [aparece] como momento necesario de la reproducción social, como una parte del ciclo económico y cultural de cualquier sociedad” (Canclini, 2005: 57, 58), asimismo “construímos a nossa identidade, amamos, incluímos, desprezamos e excluímos via atos de consumo” (Migueles, 2007:9)

Si todo es arbitrado por el mercado y, si el mercado depende de las leyes de la oferta y la demanda, las diferentes manifestaciones culturales pasan a competir por hacerse un lugar en la industria cultural, y ya probablemente, deban a la hora de su producción considerar elementos exógenos a su razón de ser (sea ésta reivindicatoria, estética, expresiva, ritual, tradicional, vanguardista, investigativa, etc.) para que más tarde, en la última etapa del ciclo económico por el que atraviesa todo producto, sea consumido por los clientes y promocionados en las góndolas y vitrinas que comercializan la cultura. Así las tradiciones culturales estarán “vulnerables a intereses externos que no tomarán en cuenta los deseos y sueños de los colectivos de creadores y autores en las diversas comunidades” (Carvalho, 2002a: 3) La negociación pasa a ser un lado inevitable en este proceso, el punto clave está en hasta dónde negociar para no caer en la descaracterización de las tradiciones culturales.

De esta forma, las expresiones culturales que respondan a las lógicas/necesidades/demandas del mercado serán las privilegiadas y beneficiadas por éste, mientras que las otras deberán resistir como prácticas destinadas a la lucha por la supervivencia. Según lo plantea Carvalho (2002a) dentro de esa lógica, las formas artísticas marginales están siendo sofocadas por la presión para convertirse en mercancía ventable. Esta política-económica (¿ó más bien economía-política?) no viabiliza la diversidad cultural, es que “una política multicultural necesita algo más que clientes” (Canclini, 2005: 52) y lo cultural debería ser algo mas que libre comercio de mercancías.

Esto no significa automáticamente equiparar consumo a homogeneización tal como lo plantea Canclini (2005); en tanto que el consumo no unifica a todos bajo los mismos productos ni bajo los mismos símbolos, sino que busca también formas de diferenciación. No obstante, el problema radica en que “una limitación importante hoy, para ser individuos, es no poder acceder a ciertos bienes que son necesarios para diferenciarse y para construir opciones personalizadas” (Canclini, 2005: 59) esto “reclama que una política económica sea también una política social, que no sea una política que simplemente de buenos indicadores en la balanza de pagos” (Canclini, 2005: 62).


Resistencia a través del Juego de Angola

A través de la historia de la Capoeira, podemos ver representadas las luchas por el poder en Latinoamérica desde la colonización hasta la actualidad, y por ende los juegos de memoria y olvido en el marco de una práctica de resistencia.

La Capoeira tradicional en un primer momento resistió a la esclavitud y represión absoluta a la que fueron sometidos los afroamericanos. Luego, en un contexto democrático de supuesta “apertura”, “reconocimiento” y “valorización” de la diversidad cultural, resiste a la banalización, folclorización y mercantilización del pluralismo cultural. La Capoeira de Angola (al continuar con el legado de la práctica tradicional), por su propia dimensión estética, resiste en este contexto a la impaciencia del consumidor de lo exótico, en tanto no negocia su control ritual, permanece en la esfera de lo privado y mantiene su carácter infrapolítico basado en el disimulo, mostrando solo lo que le conviene que sea visto: la Capoeira Regional.

En tanto práctica de resistencia, la Capoeira fue variando con el paso del tiempo de acuerdo al contexto político en el que le ha tocado vivir, porque las relaciones de poder son relaciones dinámicas y fluctuantes y, a la par van variando las prácticas de resistencia para hacerle frente al poder político hegemónico imperante en cada momento y lugar.

Es mester resaltar que (en lo referente a la Capoeira moderna) hay una significativa diferencia entre la Capoeira de Angola y Regional, que en estos recorridos han tomado caminos dicotómicos que interpretamos siguiendo el planteo desarrollado por Carvalho (2002a) en referencia a las manifestaciones afroamericanas en general.

Desde el S XX a ésta parte, frente a la avalancha mediática impositiva de símbolos seculares, la reacción de los colectivos afroamericanos no ha sido la de construir una barrera de rechazo absoluto ni de asimilación sin resistencia al mundo en que les tocaba vivir. Así, sensibles a la hibridación, muchos colectivos afros han construido una posición que prioriza lo negociable desde el punto de vista simbólico. Tal es el caso de la Capoeira Regional; negociación factible porque se trata de símbolos mediáticos profanos, que ya fueron generados dentro de una ideología de descontextualización, típica de la cultura popular comercial.

No obstante el trecho transitado por la Capoeira de Angola se encausa hacia otro lugar: en tanto tradición sagrada ha enfatizado lo innegociable, sin que ello signifique que no haya existido negociación1. En un contexto en donde todo tiende vorazmente a ser mercantilizado, de creación de industrias culturales y de comercialización de la cultura, la Capoeira de Angola se resiste a ser consumida como un mero producto; es que, como muchas otras prácticas ritualizadas, la apropiación comercial habría tenido en ella un efecto devastador.

La Capoeira de Angola promueve valores que no acompañan la lógica de la economía de mercado: la competencia no existe como un bien en sí mismo y no hay lugar para el individualismo; apunta a la formación integral de sus practicantes quienes pueden jugarla a su modo porque es una poderosa herramienta de expresión corporal2; no hay jerarquías más que las necesarias para que exista un líder capaz de guiar a un grupo; se promueve el diálogo, la comunicación y la integración; actúa a través del disimulo y la picardía porque se debe actuar como un estratega que logre defenderse a sí mismo; tampoco es susceptible a ser consumida como un espectáculo. Veamos ésto.

En la segunda mitad de nuestro siglo, se ha colocado en un lugar protagónico a las culturas exhibidas como espectáculo (Canclini, 2005), sin embargo la Capoeira de Angola, no se presenta como un show y probablemente muchos se aburran al observarla. Sólo podrán captar sus sutilezas quienes la practiquen, lo cual la hace no susceptible a ser consumida por el ojo de un espectador turístico no comprometido con lo que observa más que para ver en el otro algo exótico a lo que fotografiar.

Su falta de espectacularización se debe en parte a que los movimientos corporales de este tipo de Capoeira, no suelen deslumbrar al público por la destreza de piruetas, y, aunque éstas a veces están presentes, no son determinantes para que alguien sea considerado un buen jugador.

La habilidad del juego aquí, está dada por la mandinga, “picardía que tiene como objetivo final desorientar al otro y despistarlo mediante el disimulo. La mandinga es una estrategia que, basada en la cooperación, busca sacar provecho de una situación y es generadora entonces de competencia; de ahí, que sea una combinación particular de cooperación/competencia en la que ambos elementos están presentes y conviven sin presentar contradicción” (Brena, 2011: 10).

Asimismo, la valorización de la mandinga (y no de aquellos movimientos fantásticos) guarda relación con que, en la Capoeira de Angola, como en todo ritual africano, los ancianos son considerados los más sabios dentro del grupo3. Si, lo que predominaran fueran las acrobacias, difícilmente una persona de la tercera edad podría ocupar un lugar protagónico en una roda. La mandinga es algo que se obtiene con el paso del tiempo, es la sabiduría de mantener la calma para esperar el momento indicado para atacar como un experiente estratega en el punto exacto; y, sin hacer uso de la fuerza física mostrar ser capaz de derribar al otro4.

Políticamente podemos interpretar la mandinga como infrapolítica. Según lo ha desarrollado Scott (2000), la infrapolítica requiere de una extrema discreción para resistir a un enemigo que probablemente puede ganar cualquier enfrentamiento directo. Cualquier descuido será aprovechado rápidamente. Esta resistencia es disfrazada, discreta y oculta, basada en el disimulo.

No obstante, la mandinga significa mucho más que eso: es el aspecto constitutivo y central de la Capoeira tradicional y de Angola, prácticas que se basan en la apariencia de mostrarse como una danza que no es más que una máscara que disfraza una lucha cargada de significados que empoderan al individuo y lo proveen de herramientas para la vida misma. Los valores que se aprenden jugando Capoeira son valores que se aplican a otros ámbitos de la cotidianeidad, de ahí que un roda sea considerada como un mundo pequeño que se prepara para uno mas grande, porque uno aprende a resolver situaciones como un estratega y ser flexible ante una situación cambiante.

Interpretamos de esta forma a la Capoeira tradicional y de Angola como infrapolítica, porque no actúan de forma explicita, sino que, constituyen una estrategia calculada. Es la forma que debe adoptar la resistencia de los dominados (siguiendo nuestro análisis: primero sometidos a la esclavitud y luego subsumidos al capital) al oscurecer sus intenciones y ocultarse detrás de un significado aparente, es por eso imperceptible, pero así es que se construye un discurso contrahegemónico de resistencia.

1 Quisiera detenerme sobre éste punto: en la Capoeira de Angola sí existe negociación, y depende de cada grupo trazar su delimitación; pero el común denominador es que siempre se mantiene el control ritual y sobre ello no se puede negociar.

2 En un contexto de represiones sociales corporales la Capoeira funciona como un elemento liberador, porque no existe “una forma” de jugarla, sino que cada uno la experimenta a su manera, porque los jugadores no deben adaptarse a la Capoeira, sino más bien la Capoeira a ellos.

3 Siendo éste, otro elemento que va contra las lógicas que rigen el mundo contemporáneo en el que se rinde un culto exacerbado a la sobrevalorada juventud.

4 En relación a ello, el proceso de aprendizaje de esta Capoeira no suele incorporar movimientos bruscos o de impacto, cuida al cuerpo porque los jugadores aspiran a seguir jugando durante toda su vida.


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