viernes, 24 de junio de 2011

MANIFESTACIONES AFROAMERICANAS, JUEGOS DE MEMORIA Y OLVIDO

"UN ESTIDIO A TRAVÉS DE LA CAPOEIRA"

PARTE II

(Lic. Valentina Brena)

La Memoria Oficial y  la Construcción de la Identidad Naconal


No solo el futuro se imagina, también se imagina,

desde cada presente, el pasado” (Marisa Silva)

El pasado que se rememora y se olvida es activado en un presente en función de expectativas futuras. La construcción de la memoria entraña relaciones de poder, poder de “hacer” el pasado, de moldearlo y transformarlo, así se interpreta y reinterpreta el pasado para darle sentido al presente (Jelin, 2002).

En los procesos de formación del pasado, una operación central es la de elaborar una versión de la historia, junto con símbolos patrios, monumentos y héroes nacionales, a modo de forjar una identidad nacional. Estas memorias nacionales son entonces, intentos conscientes. Como toda narrativa, estos relatos son selectivos: al resaltar algunos héroes opacan la acción de otros.

El olvido es un acto fundamental en la creación de una Nación, de ahí que el progreso de los estudios históricos sea frecuentemente un peligro para la nacionalidad. En tal sentido Trinchero (2007) nos dice que “todo proyecto antropológico-crítico de reconstrucción de la memoria debe partir de la crítica de su “naturalización” en tanto que la memoria está también necesariamente atravesada e interpelada por las relaciones de hegemonía que interpelan a los sujetos en sus modos de conocimiento. (…) Negar este problema significa desconocer las relaciones de hegemonía en las cuales los sujetos reconstruimos nuestros modos de recordar y olvidar” (Trinchero, 2007: 128).

Recordar y olvidar son actos socialmente enmarcados sujetos a necesidades y valores que responden a una visión del mundo determinada. Estos marcos son históricos y cambiantes, de modo que toda memoria es una reconstrucción más que un recuerdo. Dicha reconstrucción implica olvidos colectivos, producto de políticas que tienen la voluntad de generar esos olvidos y reprimir parte del pasado:

Precisamente, uno de los efectos de las relaciones de hegemonía es producir un conceso sobre ciertos olvidos fundantes (…) En el caso de la Nación, su centralidad historiográfica en tanto proyecto social y ritualizado es olvidar el genocidio o etnocidio originario que dio lugar a su constitución, para poder reproducir su legitimidad en tanto proyecto neocolonial (Trinchero, 2007: 129).

La memoria, al ser culturalmente variable e históricamente construida, envuelve intrínsicamente relaciones de poder y las consecuentes luchas por las representaciones del pasado, por la legitimidad y el reconocimiento que les permita oficializar e institucionalizar su propia narrativa.


S. IXX Nacimiento del Estado-Nación en el Uruguay.

Los juegos del olvido

Al nacimiento de la República Oriental del Uruguay y, en la consecuente construcción de su memoria oficial (basada en un relato histórico legitimizado), quedo fuera de consideración la diversidad de la población en tanto se decidió forjar, siguiendo a Guigou (2010), una identidad ciudadana laica y culturalmente homogénea en pos de la integración nacional; igualitarismo que resultó de un tratamiento asimétrico de las especificidades culturales existentes, en el que los europeos inmigrantes ocuparon un lugar privilegiado.
La construcción de la memoria de la historia de un Estado-Nación depende del relato oficial y hegemónico de cada sociedad en un momento dado.
En los primeros años de la Independencia de nuestro país, en vez de contemplarse la diversidad como un valor, se vio como un problema que se debía solucionar, en función de lo que se aplicó una política de negación de la pluralidad para lograr la anhelada integración nacional; en tanto que en un contexto estatal-nacional “se supone que la población es y se comporta en forma homogénea y por lo tanto, se ignoran y desconocen las diferencias, en un esfuerzo claramente por homogenizar” (Camors, 2005: 8).
Así es que la sociedad uruguaya construyo su imaginario como una nación europea, blanca y occidental que ha invisibilizado la presencia de los afrodescendientes (en tanto que “son pocos”) y de los indios (en tanto que “no hay mas”); para (auto)considerarse como una población resultante de inmigrantes europeos, consecuencia de los intereses de la visión hegemónica del Estado-Nación de pujar su identidad en base a una sociedad homogénea, unificada e integrada y en función de ello relatar su historia oficial.

S. XX Redefinición del Estado-Nación.
Los juegos de la memoria

No obstante a mediados del S. XX el modelo de la identidad uruguaya fundada en el mito de una población étnico y racialmente homogénea, se hace insostenible, entrando en crisis “la” visión hegemónica de (mal)entender la sociedad; proceso que paralelamente se ve acompañado de la promoción de la diversidad cultural a nivel mundial.
En este contexto el imaginario colectivo uruguayo rescata del olvido la pluralidad que en realidad nos caracteriza.
Tras este proceso de revisión y (la consecuente) redefinición-reconstrucción del relato histórico oficial de nuestro Estado-Nación, se vivencia la inclusión de la diversidad de nuestra población cuya memoria se rememora y se arranca del olvido-negación-invisibilización al que fue sometido. Sin embargo, es menester señalar que, aunque “si bien el panorama contemporáneo uruguayo ha cambiado de manera evidente, varias de las mitologías de la nación laica1 parecen mantenerse” (Guigou, 2010: 89).
Consideremos que, alcanzar el efectivo reconocimiento de la multiculturalidad dentro del Uruguay será parte de un largo proceso, que no acaba más que de comenzar; entendiendo por “efectivo” el lograr, desde el nuevo discurso político, permear todos los planos de la acción política2.
1 Guigou (2010) habla de laicismo para referirse al “igualitarismo culturalmente descaracterizante [que] constituyó la piedra angular de la construcción de la nación” (Guigou, 2010: 65). En tanto que “la política de conformar una masa ciudadana de homogeneidad relativa por parte del Estado-Nación, tuvo plena relación con la conformación de un modelo de Estado laico y de un proceso socio-cultural de laicización, que a través de sendos ejercicios institucionales de violencia no simbólica, logro integrar y conformar una sociedad nacional desestimulando las diferencias culturales (Guigou, 2010: 85).
2 Correspondiente a una correlación entre mito-praxis (Sahlins, 1985. En: Guigou, 2010).




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